Erase una vez yo 2

Sobre mi alergia a todo lo referente a actividades físicas, mi papá recuerda los múltiples intentos fallidos para que yo me entusiasmara en la práctica de algún deporte, y fue a los doce cuando desistió de la idea de convertirme en un deportista de barrio. Fue en ese momento, en el que él y yo, nos dimos cuenta que soy tan testarudo como un anciano que padece de demencia senil. Yo creo que por ser senil a tan temprana edad es el motivo por el que a los 19 sufriera de los calores de la andropausia.

Sin embargo, no todo lo que recuerdan son mis lágrimas y mi clásica alergia al ejercicio. El mismo Andrés recuerda mi ñoñera natural, según el que estudia bellas artes, mi estado perpetuo en el colegio era de ñoñera absoluta. Eso traducido a palabras si la letra ñ quiere decir que: me iba bien en el colegio y era super-lambon, perdón colaboraba mucho con mis maestros. Al parecer, algunos de mis compañeros de la universidad creen que esa característica no ha desaparecido.

Al parecer mi madre siempre se ha sentido orgullosa de la ñoñera de su hijo, otra vez perdón, quise decir de la pilera de su hijo. Lo que ella parece desconocer y Andrés tiene claro, es que mientras yo leía ellos jugaban, mientras yo hacia tareas ellos jugaban, mientras yo veía novelas mexicanas (me gustan mucho) y ellos jugaban; sin embargo cabe aclarar que no era siguiendo sus ordenes era mi decisión. Aunque usted no lo crea mis amigos pensaban que yo era un niño extremadamente aburridor, y viendo a mi hermano a sus doce años creo que si tienen la razón.

Sin embargo a pesar de considerarme un pelado aburrido, David ,otro amigo (no tan bueno como Andrés pero amigo al fin y al cabo), siempre ha pensado que yo soy el mas maduro de todos, y que por eso era y soy bueno dando consejos. Todo por que mi entrega al estudio me daba otros elementos para respirar de forma diferente. Además me acusan de ser yo el que les contagio de el vicio de ver cGine porque desde entonces ya veía buenas películas.

Si mis amigos del colegio siempre me han como el eslabón perdido de los adolescentes, porque a la vez que me adolecía y lo disfrutaba.