lunes, 1 de octubre de 2007

Erase una vez yo

En un punto perdido del tiempo – espacio, un espermatozoide y un óvulo se fusionaron y formaron un gameto, que en algo menos de un minuto empezó el proceso de meiosis. Se dividió en dos ,en tres, en cuatro, en muchas, muchas, pero muchisimas células. Nueve meses después de la multiplicación del gameto, nació un niño que no lloró al nacer, ese soy yo, el que no lloraba, porque de ahí delante de lo consentido que soy empece a llorar.

A los pocos meses, aunque usted no lo crea, yo lloraba por lo básico: porque tenia hambre, por que me había cagado y/o meado, y por ende necesitaba un cambio de pañal. Años después mi mamá asegura que yo lloraba cuando me caía, es más, jura que yo tenia alguna especie de trato faustiano con el piso; esta idea la tiene porque yo permanecía tirado en él.

Todo iba bien hasta que entre al colegio. Cuando entré a esa antigua casa de la Candelaria no me imagine jamas que lloraría tanto en medio de esas paredes y eso lo que mas recuerdan de mi cuando tenia 12 años. Con esto no quiero despertar la lastima de usted estimado lector, eso seria injusto con mi autoestima , lo único que estoy haciendo es tratar de reconstruir la imagen que tenían de mi mis amigos del colegio.

Aunque la descripción que hacen de mi mis amigos no parece que fuera hecha por alguien que me quiere, pero en fin eso no viene al caso, por eso ahí les va: según ellos yo era tan delgado y tan fuerte como un fideo, tan pálido como un muerto, tan tímido que mi voz se perdía en el silencio y sobre todo tan llorón que era insoportable.

Lloraba porque me miraban, porque me tocaban, porque me sonreían, porque mis compañeros se burlaban de mi llanto, lloraba como si tratara de eliminar el acné que empezaba a asomarce con una furia en mi pobre rostro.

Andrés uno de los mejores amigos recuerda mi desastroso estado físico ya que en todas las clases de educación física me la pasaba vomitando. Además recuerda mi alergia por el fútbol, él recuerda que yo era el único que gritaba a viva voz que odiaba ese maldito deporte. Si, aunque usted no lo crea, yo un colombiano de clase media desde siempre he odiado el soccer, y el testimonio de Andrés es una prueba irrefutable de mi reconocida rencilla contra ese deporte.

Sobre mi alergia a todo lo referente a actividades físicas, mi papá recuerda los múltiples intentos fallidos para que yo me entusiasmara en la práctica de algún deporte, y fue a los doce cuando desistió de la idea de convertirme en un deportista de barrio. Fue en ese momento, en el que él y yo, nos dimos cuenta que soy tan testarudo como un anciano que padece de demencia senil. Yo creo que por ser senil a tan temprana edad es el motivo por el que a los 19 sufriera de los calores de la andropausia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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