miércoles, 1 de agosto de 2007

Almodovar, entre el eros y el Tanatos 2


Almodóvar es reconocido por su capacidad de dirigir y trabajar con mujeres, consiguiendo reflejar el universo femenino. Entre las actrices preferidas de Almodóvar se destaca Carmen Maura; quien lo impulsó a realizar su primera película comercial. Su relación fue muy estrecha y tras realizar varios papeles memorables, la actriz se alejó de la sombra del popular director. En los noventa, Marisa Paredes se convirtió en su musa más glamurosa. Ella, una actriz olvidada del cine español, fue rescatada por Almodóvar para aparecer al más puro estilo de Hollywood. En el 2000, la belleza de Penélope Cruz conquistó al realizador manchego, que tras dirigirla en sus dos últimas películas, prepara junto a ella el rodaje de The Paperboy, su debut en Estados Unidos. Otras actrices, como Chus Lampreave, Cecilia Roth, Verónica Fonque o Julieta Serrano, han servido también para formar el particular mundo femenino de Almódovar.


Es necesario comprender el lugar a partir del cual Almodóvar nutre sus historias, ya que no es coincidencia que haya comenzado a rodar su primer largometraje Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón, en el mismo año en que España adoptó una nueva constitución después de cuarenta años de dictadura franquista. Con la adopción de la nueva constitución, se inició en Madrid una etapa de libertad cultural y sexual que se conoció como la movida, y que en el curso de las próximas dos décadas hizo de España, uno de los países más liberales y avanzados en cuanto a costumbres sexuales y otros hábitos de vida.


Pedro Almodóvar fue, incluso antes de convertirse en el más famoso de los cineastas españoles, uno de los protagonistas de la escena madrileña durante los años de la movida madrileña. Es así como el cine que comienza a crear no sólo se sitúa cronológicamente en ese período, sino que intenta captar y trasladar el clima de disolución y libertinaje del ámbito madrileño a través de la pintura de sus personajes, la recreación ambiental y algunas de las más típicas situaciones o “enredos” de su filmografía. Desde sus primeros filmes, Almodóvar expone, mediante imágenes inscritas en las estéticas Kitsch, la relación existente entre sexo, amor y muerte. Este nexo temático permite ver la influencia de Luis Buñuel en la filmografía de Almodóvar.


Si bien puede decirse que todo el cine español de postguerra debe algo a Buñuel, en ningún otro realizador como Almodóvar esta herencia es tan aparente. Buñuel indagó a fondo la relación entre el impulso sexual y lo que Freud llamó el instinto de muerte, la tensión entre “eros” y “tánatos,” evidente en filmes como Bella de Día, Tristana, El obscuro objeto del deseo, etc. Sin embargo, Luis Buñuel, no dispuso de la libertad expresiva que la era post-franquista le concedió a Almodóvar, ya que si bien México o Francia (lugares donde filmó) no imponían restricciones de carácter moral, las condiciones históricas y culturales, tanto como las libertades que podía permitirse en esa época a la industria cinematográfica, eran bastante restrictivas.


Almodóvar corre mayores riesgos en su filmografía, en la medida en que sus imágenes son más explícitas, aunque vale la pena recalcar que Buñuel fue casi un precursor, y su obra es un punto de partida para los cineastas que vinieron después. La fuerza destructiva del impulso sexual en la búsqueda de su propia satisfacción, falto y vacío de amor, se propone ya en los primeros filmes de Almodóvar, donde la violación y el sadomasoquismo (Pepi, Luci, Bom y la chicas del montón), la ninfomanía (Laberinto de pasiones), la lujuria y la promiscuidad sexual (Entre tinieblas, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?) constituyen algunas de las prácticas sexuales más corrientes. Sin embargo, es al llegar a Matador (1986), que Almodóvar arriesga acceder al más profundo nivel del inescrutable nexo entre sexo, amor y muerte. Para lograrlo, el realizador recurre a un rito intransferiblemente español, el del toreo, ya que es en esta ceremonia donde la relación simbólica entre el sexo y la muerte se expresa en todas sus consecuencias.



El enfrentamiento entre el matador y el toro es un enfrentamiento sexual; el toro representa el máximo exponente de masculinidad, y el torero que lo desafía lo hace con movimientos, gestos y atavíos casi femeninos, con lo que el supuesto “machismo” de la ceremonia se reduce a probar quién de los dos es el más hábil y en última instancia también el más fuerte. Esto se puede ver reflejado en la secuencia inicial de Matador, cuando Diego un famoso torero ya retirado de la lidia y ahora maestro de las artes taurinas, instruye a un grupo de discípulos sobre la forma en que se debe culminar la faena, es decir, proceder a la muerte del toro. Simultáneamente María, el otro personaje protagónico, da muerte a uno de sus amantes en pleno acto sexual, siguiendo al pie de la letra las indicaciones que Diego transmite a sus discípulos. En una secuencia posterior, cuando Diego y María por fin se reencuentran, Diego confiesa: “Dejar de matar (referencia a su pasado de torero) era como dejar de vivir.” Esa fascinación con la muerte y la relación entre ésta y el sexo como acto consagratorio de la relación amorosa alcanza su culminación en la secuencia final, en la que los dos amantes ponen fin a sus vidas después de una última entrega sexual.


El cine de Almodóvar se puede dividir en tres grandes periodos: el primero esta claramente enmarcado dentro de la movida Madrileña, a esta etapa pertenecen Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), Laberinto de pasiones (1982), Entre tinieblas (1983) y Qué he hecho yo para merecer esto (1984). Con Matador (1986), se inicia otra fase de la filmografía de Almodóvar, en la que el tratamiento de algunos de sus temas fundamentales comienza a adquirir un alto grado de profundidad. Esta segunda fase se inicia con Matador, también abarca La ley del deseo (1987), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), Átame (1990), Tacones lejanos (1991) y Kika (1993). A partir de La flor de mi secreto (1995), se puede ver un significativo avance en la madurez con que el realizador aborda las diferentes temáticas y sus propias obsesiones. A este período también pertenecen Carne trémula (1997) y Todo sobre mi madre (1999), alcanzando el máximo grado de esencialización y despojamiento en Hable con ella (2002).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un graffiti puede llegar a ser una verdadera obra de arte, sino vean el video de Sprite http://bit.ly/GraffitiSprite